[:es]¿Puede la tecnología mejorar nuestra salud?[:]

[:es]Detectar el cáncer de piel a través de un selfie o diagnosticar la fibrosis quística mediante un dispositivo en el que está implantado un sensor de sudor portátil son algunas de las ventajas que nos posibilitará la inteligencia artificial en un futuro no muy lejano.

Ray Kurzweil, futurista, inventor y director de ingeniería de Google, cree que la tecnología médica empezará pronto a añadir un año de vida, cada año, a nuestras expectativas de supervivencia. De hecho, predice que hacia 2020 será posible avanzar en la ingeniería del cerebro para curar enfermedades neurológicas como el Parkinson, el Alzheimer o los infartos cerebrales.

A día de hoy, la realidad virtual y los dispositivos tecnológicos ya nos permiten tener un mayor control de nuestra salud. Por ejemplo, un dispositivo que ya está disponible para aquellos pacientes que padezcan enfermedades de corazón y diabetes es la llamada “píldora inteligente”. Se trata de un parche adherido a la piel que lleva incorporado un microchip que envía, tanto al teléfono móvil del paciente como al ordenador del médico, cuándo debe ingerirse la próxima dosis de medicación.

Pero no sólo los usuarios se pueden beneficiar de la tecnología para cuidar su salud. También los profesionales del sistema sanitario, a través de la utilización de herramientas tecnológicas, pueden diagnosticar determinadas enfermedades y controlar la prescripción, medicación y administración de los fármacos tanto en pacientes de la tercera edad como en aquellos que padecen enfermedades de carácter crónico.

Además, el uso de estas herramientas tecnológicas también posibilita un mayor ahorro al sistema sanitario. En concreto, según datos de la consultora PwC correspondientes a 2013, la utilización de la mHealth (la práctica de la medicina y la salud pública soportada por dispositivos móviles, monitorización de pacientes, asistentes personales digitales y otros dispositivos inalámbricos) combinada con Big Data en el ámbito sanitario podría suponer una reducción de un 18% del coste sanitario per cápita, que alcanzaría hasta el 35% en el caso del tratamiento de pacientes crónicos. Asimismo, aumentaría el número de diagnósticos precoces en el caso de numerosas patologías.[:]

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